sábado, 11 de enero de 2014

Sin título.

Siempre quedan las tardes de café y tabaco de las cuatro y diecisiete minutos de la tarde para plasmar tus pensamientos en una servilleta de cafetería.

- ¿Me trae otro café? Gracias.

Ya es el segundo café y el tercer cigarrillo.
Es tan placentero acortarse la vida;
soy una jodida obsesiva y fracasada. Para colmo me enamoro de desconocidos, y el amor me dura cuatro insomnios y veinticinco canciones.

- Aquí tiene su café Vienés, señorita.

Qué permanentes son en mí las heridas de guerra. Cada cicatriz que decora mi piel lleva alguna historia de amor de las cuales no me quiero acordar, la verdad.

Pero hubo una persona.
Dios, me es tan difícil borrar las marcas que me dejó; aún conservo aquella tarde dónde los dos nos dimos cuenta de lo mismo.
Creo que nunca dejaré de pensar en la mala suerte que tuvimos al no decirnos las cosas claras.
He oído que me olvidaste hace tiempo.

Tampoco quiero convertir esto en poesía o algo así, pero enamorarte en estos tiempos de crisis te sale muy caro.
Y yo ya me he arruinado.

jueves, 18 de julio de 2013

V

Insomnio número 85.
Otra noche ahogada en soledad
e inhundada de silencio.
Los atrapasueños ya no ayudan.
Sigo teniendo pesadillas aun con los ojos abiertos.
Este hueco en la cama sigue con el cartel de "Se alquila"
y estas sábanas quieren dejar de serme útiles.
La luz de las farolas sigue decorando las paredes de la habitación,
donde se distinguen sombras que descubren los miedos de mi infancia.
Aún se escucha el tráfico y voces procedentes de la calle de enamorados, borrachos; los pasos de los tacones a partir de las tres de la madrugada.

Y el eco de tu voz, que solo existe en esta habitación.

Tu reflejo sigue en aquel viejo espejo,
y la elegancia de tu suspirar,
con la que impregnabas estas cuatro paredes,
baila con tu melancólica fragancia.

martes, 25 de junio de 2013

La noche más corta.

Si quieres perderte, sígueme.
Si quieres salvarte, mírame.

Róbame un suspiro,
y verás como revivo.

Concédeme este baile
que dejamos a medias,

para ajustarme a tu cintura,
para sufrir tus caricias.

Inhalarte y espirarte,
y mudarte sin irte.

Salvarte y olvidarte,
y despertarme sin dormirte.

Desmayarme en tu sonrisa,
perderme en tu camisa,
y encontrarme en tu risa.

Saber que no te irás,
me hace temerte más.

Devuélveme mi cordura,
regálame nuestra locura.

Arráncate la ternura
y clávame  tu dentadura.

Resúcitame de esta muerte,
que me mata sin ti.

Gastémonos la mente
pensándonos sin sufrir.

Y que muera el tiempo
en nuestras manos,

ese que no sabe mentir,
ese que cuenta los años,
además de los daños.

Y hace una ilusión a la justicia,
sin pararse ante la codicia.

Curemos este silencio
que lleva de luto desde
Septiembre,

Agonizando en cada intento
de noche derramada,
que sale en cada palabra.

Rompamos aquellas miradas
para convertirlas en guirnaldas
que adornen estas ruinas.

Que se pasean desde tu balcón
a mi rincón,
que desconciertan mi agonía.

( Escrito con la colaboración de Trovador del siglo XXI, autor de Locuras de un Loco )

sábado, 15 de junio de 2013

I

Descubrí que el tiempo no cura nada. No cura  las cicatrices de mi espalda. No cura las heridas provocadas. No cura el daño de los años. Nada. Estaban a punto de tocar las doce en las agujas clavadas en mi corazón, hasta que volvieron a congelar sus segundos cuando me atreví a volverte a mirar. Se puso en marcha el cronómetro que medía la velocidad que tiene el recuerdo de resucitar del olvido, de la misma manera que hacen estas sábanas que conservan el sueño que no tuvimos aquellas noches.
La diferencia entre tú y yo, sin embargo, era que tú no querías participar en la segunda batalla que te estaba declarando. No te atrevías a volver a perder, no contra mi, sino conmigo.